El ruido del frenazo nos despertó a todos: Habíamos llegado a Nagapattinam, lo que sería nuestro nuevo hogar por las próximas semanas. Tras el largo viaje en autobús desde Madurai se había hecho de día pero, a pesar de nuestra curiosidad por conocer todo, el cansancio nos vencía y había que descansar un poco primero. Cuando despertamos, lo primero fue conocer la Comunidad de Hermanos que nos acogía y la casa donde íbamos a vivir, además del trabajo que debíamos hacer durante nuestra estancia aquí, el cual todos pensamos en ese momento que no era poco, por lo que habría que trabajar duro. Horas después, llegó el gran momento: fuimos a conocer a los niños con los que compartiremos nuestro tiempo en el colegio.
El recuerdo que tenemos todos de ese momento es de pura emoción. Y qué sonrisa más tonta se nos pone al recordar entrar a la sala donde todos los niños del colegio, junto con los profesores, se encontraban esperándonos, listos para recibirnos. Este primer encuentro fue acompañado de un polo personalizado del uniforme del cole y un pañuelo que nos regalaron a cada uno, como símbolo de bienvenida, y el cual agradecimos de todo corazón. Y era solo el comienzo, pues en realidad, desde ese momento todo lo que tenemos hacia ellos es agradecimiento: Desde las primeras flores, o pulseras, que nos regalaron las profesoras a las chicas, hasta cada beso, abrazo, mirada de gratitud o lección que nos dan los niños.