Última semana en Mangalagiri. Quién nos iba a decir, cuando llegamos, que el tiempo pasaría tan rápido y que, los que eran los chicos de la casa pasarían a formar parte de nuestra familia. Así es, nuestra familia, porque no se necesita compartir genes para crear lazos tan fuertes. Hemos descubierto que quienes vivimos el carisma lasaliano compartimos un sentimiento, con una misión en común, tan fuerte que traspasa todas las fronteras. Poco a poco, quienes empezaron siendo completos desconocidos comenzaron a tener un nombre, un rostro, un carácter, una historia… Con ellos hemos aprendido el verdadero significado de acogida, de dar todo por los demás y a valorar los pequeños gestos y detalles que nos rodean día a día; invisibles para aquellos ojos que miran, pero no ven.
Llegamos pensando en lo que íbamos a dar a los demás, pero nos vamos pensando en todo lo que hemos recibido, lo que hemos aprendido y la gran experiencia vivida. Solo tenemos palabras de agradecimiento, tanto para quienes nos han apoyado y nos han permitido disfrutar de esta experiencia, como para quienes nos han recibido en su hogar y nos han abierto la puerta de su casa sin miramientos, siempre con una gran sonrisa y con el corazón encima de la mesa.